para los adolescentes mundo tendemos a auto medicarnos por razones simples: falta de tiempo para ir al médico, cercanía y accesibilidad de servicios farmacéuticos o de para-farmacia, conocimientos adquiridos a través de familiares, amigos o vecinos que nos dicen qué tomar, cuánto y cómo. Aunque, añade, «esta sabiduría popular se ha visto desplazada por la diosa Internet que nos informa de todo y a todos por igua.
Los datos no mienten. Según la Encuesta Nacional de Salud del año 2006 el porcentaje de personas que se automedicaban era de un 14,4%, siendo una cifra bastante estable ya que en el 93 era de un 11,9%. En esas encuesta, por ejemplo, también se aportaban datos como que la automedicación es el doble de frecuente en niveles socio económicos altos y, en población universitaria, así como en el sexo femenino.
Los datos acerca del aumento de consumo de medicamentos en España son alarmantes. La doctora muestra su preocupación: «hemos pasado, según los datos de la Encuesta Nacional de Salud, de un 37,5% en el año 1987 al 65,7 % en el año 2006, es más marcado en hombres que en mujeres y se produce en todos los grupos de edad». Es evidente, agrega, que «estamos sobre medicalizados, sobre informados sobre tensionados, formamos parte de una sociedad donde necesitamos estar bien a toda costa y dónde cada día hay nuevos productos para todo, desde para adelgazar o para tratar una lesión en el pie o la caída del pelo. Absolutamente todo tiene un fármaco y podemos acceder a él sin movernos de casa ya que por internet se puede comprar prácticamente todo».
Es un hecho incuestionable: Los padres cada vez están más informados, de hecho quizás vivimos una sobre información y no siempre de calidad. La información llega por muchas vías: televisión, radio, internet, farmacias, cartelería publicitaria. Para la doctora Masiá esto tiene una finalidad: «vender un producto para dormir, para calmar un dolor, para abrir el apetito, para que crezcan sanos y fuertes, y lo malo de todo esto es que toda esta publicidad no es real; es decir, no necesariamente el niño se tiene que tomar las vitaminas de la publicidad de la televisión para crecer sano y fuerte, una cosa no está condicionada a la otra, pero esto los padres no lo saben. Ellos lo que quieren es darle todo a su hijo, comprarle todo lo que haga falta para su salud y que no le falte nada, actuar como buenos padres, pero, en ese sentido, nuestra labor como pediatras (si se dejan...) es orientarles y guiarles».
La pediatra reconoce que «los padres pasan por varias etapas en la automedicación: inicialmente no automedican nada. Vienen cada vez que tiene fiebre o cada vez que tiene una diarrea o un vómito o se queja de algo. Las pautas prácticamente son siempre las mismas, y se van de la consulta con los consejos acerca de cómo calmar dolor o bajar la fiebre, o despejar la nariz de mucosidad o rehidratar en un episodio de diarreas».
A partir de ahí y en los siguientes episodios van tomando confianza, van conociendo los síntomas y van actuando con mayor o menor temor, pero lo van haciendo.
¿Qué pasa con los fármacos de uso común? Es decir, con los utilizados para bajar la fiebre? Andrea Masiá es clara: «Hay fármacos que son básicos como los analgésicos o los antipiréticos que los padres tienen que conocer el uso, las dosis según peso, la frecuencia de administración y que personalmente creo los deben utilizar cuando lo consideren oportuno.
El problema es cuando se van de la consulta sin ninguna medicación y sólo les ofrecemos consejos, pautas de actuación, signos de alarma, en ese momento se genera un poco el desconcierto porque la responsabilidad de reconocer signos, de vigilar y de hacerse cargo, y todo eso sin administrar ningún jarabe, les genera temor, y eso provoca muchas veces la visita a las farmacias donde, para mí personalmente, existe el gran problema de la venta libre de fármacos que son potencialmente peligrosos como, por ejemplo, un simple antitusivo.
¿Qué hacer para evitar, en la medida de lo posible, que los padres actúen con cabeza? La pediatra apuesta porque «sea fundamental y, sobre todo para los pediatras que trabajamos en atención primaria, aprovechar las visitas de controles de niño sano para hablar de las posibles patologías que puedan venir y cómo enfrentarse a ellas, hablar de cómo enfrentarse a una fiebre, a un dolor, a una tos, cómo tratar estos episodios, qué está aconsejado y qué no, en fin conversar sobre salud, resolver dudas, desterrar mitos y miedos».

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